Una de las ideas erróneas que poseen muchas personas en la actualidad es pensar que la enseñanza mixta es sinónimo de coeducación.
La coeducación o educación para la igualdad parte de la aceptación del propio sexo y de la asunción social de la identidad, de forma que cada persona pueda construir su identidad social desde un concepto de sí mismo positivo y saludable, favoreciendo las relaciones de igual a igual, entre las personas de ambos sexos. Esto se traduce en relaciones de respeto mutuo, de conocimiento real, de conocimiento real, en la aceptación de las diferencias, el diálogo creativo, en la progresiva eliminación de sesgos y estereotipos sexista, de lo masculino y lo femenino como categorías excluyentes.
Coeducación es un término muy amplio que no solo hace referencia a la necesidad de juntar a niños y niñas dentro de un mismo aula, dándoles el mismo tipo de educación, sino que como afirma Breuse es un fenómeno mucho más amplio.
Una coeducación digna de este nombre debe responder a las necesidades generales de ambos sexos, respetando las particularidades físicas, mentales y características de cada ser, afirmando el valor específico pero complementario de cada sexo y asegurando una mayor comprensión y aceptación del otro intentando crear un afortunado equilibrio afectivo y social para los dos (Breuse, 1972).
Por ello, se puede afirmar que la enseñanza mixta no es sinónimo de coeducar sino que es solo uno de los aspectos, importante, sin duda, de una verdadera coeducación, ya que ésta se agrupa dentro de un fenómeno más amplio y universal: la existencia de la promoción femenina, el reconocimiento de sus derechos y las transformaciones de índole social, psicológica y moral que han impuesto un nuevo estilo de vida y de estar en el mundo al hombre y a la mujer.