Cada vez somos más inteligentes, pero menos sensibles. Es el conocido como fenómeno del “efecto Flynn” y su contrapartida, el “efecto flan”. El primero hace referencia a la investigación de J.R. Flynn, que constató que el cociente intelectual sube en cada generación. Mientras, cada vez somos más “flanes”: los niños en la actualidad manifiestan un descenso en su capacidad para gestionar las emociones respecto a generaciones anteriores.

En ese escenario, en el que poner en marcha actividades para el desarrollo de las emociones en el proceso de formación de niños y niñas resulta fundamental, nace EMOCINE, la herramienta diseñada para medir la inteligencia emocional de alumnos de entre 8 y 13 años a partir de sus reacciones a situaciones en diferentes películas.

De este modo, el visionado y la posterior interpretación de escenas de dibujos animados son la base de EMOCINE: consiste en una prueba, de 35 minutos de duración, que emplea quince clips inferiores a dos minutos de películas de dibujos animados.

Los alumnos realizan después unos test para evaluar su inteligencia emocional, con preguntas que tienen tres posibles respuestas que caracterizan el nivel evolutivo de la sensibilidad, y que permiten detectar tres niveles de desarrollo de la sensibilidad, es decir de la capacidad para percibir y comprender las emociones.

El desayuno de la Bestia

Una escena que puede servir de ejemplo para comprender cómo es la prueba es la perteneciente a la película La Bella y la Bestia. En ella se muestra que a Bestia, durante un desayuno, le resulta muy difícil utilizar la cuchara, por lo que Bella decide no usarla para comer.

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